lunes, 12 de julio de 2010

Hasta entonces.

Ya no siento ganas de escribir, tal vez este sea el último post. Tengo muchas ideas dando vueltas por la cabeza pero no encuentro la forma ni el estilo para plasmarlas. Al principio pensé que se trataba de vagancia o de la facultad que ocupaba mi tiempo de reflexión al punto de dejarme bastante cansada hasta para articular un par de frases en un blog. También se me ocurrió que podría ser porque no me siento a escribir y que con el simple hecho de dedicarle un poco de tiempo el asunto se me iba a pasar, incluso llegué a suponer que el problema era más hondo: no tenía qué decir y por tanto se vaciaba por completo de sentido un espacio como este.
Ninguna de esas respuestas me conformó, ni me conforma. Este blog empezó como una prueba, una piedra tirada a un pozo para comprobar cuán profundo era el espacio donde caía. Nunca fui muy seguidora de estos espacios de expresión superflua, porque seamos sinceros, lo son. Por fotolog, facebook, blog damos increibles cuotas de información acerca de nuestros actos, deseos, quehaceres y frustraciones. Sé que algunos han logrado encontrarle una vía más fructifera y usan la comunicación de Internet para metas más nobles, de hecho asi conocí muy buenos autores de comics, guinistas y dibujantes. Sin embargo, no es mi caso y yo ya no encuentro razón para seguir publicando. Por ahí Internet, justamente no se trate de hechos nobles ni de buenas cosas, al fin de cuentas cómo saber que es una buena cosa. De cualquier forma le doy valor a la palabra y no puedo escribir por escribir.
La palabra es compromiso. En ella uno se da, se muestra y se responsabiliza. Aún en los chistes, en las metáforas, en las poesías y en los cuentos el autor imprime algo de sí, de su verdadero deseo, de lo más íntimo, de lo más preciado, de aquello que lo habita incluso en su ignorancia.
Hay algo de todo eso que no me deja de hacer ruido, barullo interno, grito angustioso. Es que encuentro algo así en las palabras propias y en las ajenas, algo de un no querer decir que está dando vueltas, una ficción que se sostiene hasta quién sabe cuando.
Puede que yo suene enigmatica, para mí también lo es. Por eso prefiero callar por un rato hasta que puede echar mano a la lógica del asunto. Cuando el orden vuelva, tal vez con él regresen mis letras. Hasta entonces.

viernes, 11 de junio de 2010

Silueta de imágenes.

Había algo que la hacía temblar
a veces el frío, a veces mirar el frío.
Cuando se asomaba por la ventana
y el viento hacía estragos con su pelo.

Había algo que la hacía reír
a veces una voz, a veces otra risa.
Cuando se acordaba de ese día
en que tropezó subiendo la escalera.

Había algo que la hacía callar
a veces la pena, a veces la ignorancia.
Cuando observaba a los otros discutir
y los gritos la ensordecían.

Había algo que la hacía bailar
a veces la música, a veces el silencio.
Cuando todos abandonaban la sala
ella danzaba con los ojos cerrados.

Habían muchas cosas.
Pero lo mucho le parecía poco
y lo poco a veces mucho.

Tal vez ella sólo quería vaciar de sus bolsillos las piedras
y escribir en el aire: de contenidos están hechas las formas.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Con que frecuencia se escapan.

Once pm. El pasillo esta desierto, alguien se asoma, eso parece pero es solo una sombra. Se oyen los grillos desde la ventana. Todo está tan quieto que el espacio podría quebrarse con solo mirarlo. Dónde está el dueño del lugar, a dónde fueron sus habitantes, cuánto hará que hay tal vacío.
En un rincón, al borde del corredor veo una imperfección, un pequeño agujero que no se corresponde con el orden total. Fue por allí, fue ese el recoveco, esa la leve fisura, es el espacio por donde huyeron. Una auténtica fuga de ideas.

jueves, 13 de mayo de 2010

Fragmento.

Me gusta cuando el viento me roza la cara.
Me gusta cuando hace mucho frío y estoy debajo del acolchado.
Me gusta sentarme en los zócalos de las casas.
Me gusta el arroz con leche si esta bien blandito.
Me gusta el olor del pasto recién cortado.
Me gusta tener el escritorio ordenado.
Me gusta andar en bicicleta si es fin de semana.
Me gustan los cuentos para antes de dormir.
Me gustan las canciones que hablan de las penas.
Me gusta contar mis secretos y que dejen de serlo.
Me gusta leer lo que esta leyendo otro en el colectivo.
Me gustan los anillos cuando tienen un significado.
Me gusta ver a la gente cuando no me mira.
Me gusta la mañana.
No me gusta ponerme triste.

lunes, 19 de abril de 2010

Llueve a cántaros

Llueve a cántaros.

Llueve hasta que se agote del cielo el agua.
Barre algunos desperdicios, ensucia con otros tantos.
El agua trae nuevas historias
las que no se cuentan en los días secos.

Parece que hoy lloverá hasta inundarnos.
Hasta inundar las casas, los baldes, las ollas,
las calles, los pozos y los pensamientos.
Pensamientos que estaban guardados
pero que la lluvia ha rebasado
y los convierte en palabras.
Palabras que van mojando
de a gotones la ropa que llevamos puesta,
ropa que tardara en secarse
así como tarda la vida en hacernos olvidar.

Llueve a cántaros y también a cantos
a voces ruidosas, trémulas, estrepitosas;
a golpes en los toldos, en los parabrisas,
en los corazones.
La lluvia tapa otros ruidos
los que están afuera,
se apropia de todo y nos despierta
¿cuándo se va a callar esta noche
que me mantiene en vela?
que no se calle ahora porque no quiero dormir.

Porque si dormir es volver al mundo seco
prefiero esta lluvia que arruga mis dedos.
Y si el refugio nos mantiene callados
prefiero que el agua nos anime a decir te quiero.

domingo, 28 de marzo de 2010

¿Qué es esa cosa llamada amor?

Si quisiera definirla pecaría menospreciándola.
Si me atreviera a describirla olvidaría su valor.
Si buscara su fuente me perdería eternamente.
Si pensara que no existe moriría sin razón.

Por eso no intento entender
ni saber si hay respuestas.
Esa cosa llamada amor la vivo cada día.
Y es tan nuevo lo que siento, tan libre, tan fresco
que no puedo más que sonreír.

viernes, 12 de marzo de 2010

Al filo del precipicio

Avanzan los tacos cansados. Intentan mantenerse firmes con cada nuevo paso. Se esmeran en sostener una masa indiscutiblemente exagerada de humanidad. No desisten, se esfuerzan y logran trasladar a su portadora, aunque ello requiera movimientos toscos y desalineados.
Empero, qué pueden hacer, a quién reclamar si no existe sindicato, asociación o institución que los ampare, cómo concluir tamaña diligencia si aquella persona que camina desorbitada no ha reparado en su transporte de plástico símil cuero.
Los tacos avanzan y temen por su integridad, es posible que antes de llegar a destino solo sean basura producto de la presión desmedida que genera su dueña. Se avecina la tragedia, más que augurada, se acerca el final, y ellos lo pueden percibir.
Un taco esquiva un pozo, su compañero no.

domingo, 21 de febrero de 2010

No disponible

La vida no es como el msn, aunque en este momento quisiera cambiar mi estado a AUSENTE.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Miércoles 12 am. Malba.
Exposición Mr. América. Andy Warhol.
Pop Art


De todas las obras que vi, hubo una en particular que me gustó mucho.

Se llama silver clouds (nubes de plata). en un cuarto había globos plateados con forma de almohadón llenos con helio. Por el gas, los globos subían pero no lo suficiente, de manera que en una punta había un ventiladorcito que los revolvía cada tanto y ayudaba a que subieran.
Uno podía entrar y tocar las nubes, mirarlas, ponerse debajo, empujarlas hacia arriba...

Sin embargo me llamó la atención que la gente apenas si entraba en el salón, nomas se quedaba en un costadito leyendo la reseña de la obra. Luego de jugar un rato con las nubes, salí del cuarto que tenia paredes de vidrio y descubrí otra obra: era la que se generaba cuando alguien entraba al cuarto. de pronto se podía ver como la persona se ponía a interactuar con esa tormenta plateada. entonces descubrí que los adultos son muchos mas temerosos a la hora de dejarse llevar por la obra de arte. Las personas que entraban apenas si tocaban los globos, los miraban comprimiendo sus ganas de jugar. Eso no pasaba con los chicos, ellos entraban desinhibidos. golpeaban los globos, los empujaban con los deditos, los hacían subir, bajar.

Mientras reflexionaba no dejaba de mirar el cuarto, sobretodo cuando los pequeños entraron. se ve que mi interés extraño al guardia de seguridad que enseguida miro hacia la habitación, entró y pidió a los chicos que se retiraran.
Me fui a otra sala rogando que esos chicos, ese día, no se transformasen en adultos.



domingo, 31 de enero de 2010

Tandil vacacionanos


Tandil vacacionanos.
Ciudad cubierta de sierras
llevanos a escalar
que tus paisajes se hagan nuestros
al ponernos a andar.

A la orilla del Lago del Fuerte
el agua moja nuestros pies
nos creemos dueños de todo
cuando ciertamente es al reves.

Descubramos tu belleza
que empapa como la brisa,
en la sierra el Centinela
y la Piedra Movediza.

Pedaleemos tus calles
conozcamos tu poblado
cuanto cheto anda suelto
aquí, allá y en el otro lado.

Rememos cerca del dique
dejemos que el sol nos toque
en la orilla que no tiene pique
espera el fiel guardián Roque.

Si desprevenido voy a ninguna parte
pensando en comprar salames,
puede que me asuste el toparme
con uno de los nomames.

Meta truco, fernet y arroz
se fueron pasando los días
ahora te decimos adiós
querido cordón de Tandilia.



¡Para los seis locos lindos que hicieron de estas vacaciones una semana inolvidable!
Los quiero a todos de diferentes formas y colores.





lunes, 11 de enero de 2010

Harry

Esta poesía va dedicada a un amigo del cbc que no veo desde entonces pero que hizo más divertidos los días en los pasillos de Puan. Una vez creo que posteo en su fotolog algo referido a mí, no podía más que retribuirle con estos simpáticos versos.




Una vez conocí a un anarquista
lo recuerdo como si fuera hoy,
le decíamos Harry, se llamaba Cristian
en el msn abrazaba a su perro "toy".

Su atuendo era grandilocuente
boina y borcegos nunca faltaban
por desgracia era frecuente
que de bañarse ni hablara.

En sus remeras llevaba leyendas
pintadas a mano alzada
eran puro reflejo del pensamiento
de un seguidor de la "A circulada".

Hablar con él era interesante
por la pasión con que defendía su meta
yo a veces me sentía distante
y él, en lugar de la ese, pronunciaba la zeta.

Vegetariano me dijo ser
aunque bien yo no entendía
si sufría por los animales
¿por qué al aborto adhería?

Hacía artes marciales
no sé si kung fu o tai chi chuan
hace poco me contaron
que se lo vio comiendo un choripan.

Lo conocí en la facultad
Harry estudiaba historia
su mayor habilidad
era saber Dragon Ball de memoria.

No cabe duda alguna
de que en su sangre había anarquía
tendría desde la cuna
a Malatesta como guía.

Hace mucho que no lo veo
pensé hacerle un homenaje
no me salió bien o eso creo
si lo lee, me pego el raje.

¡Oh Harry! ¿dónde estarás ahora?
lo que daría por volver a verte
un día nos tenemos juntar
yo alquilo La patagonia rebelde.

¡Que buenos tiempos eran esos!
cuando charlábamos con alegría
de las injusticias, lo presos
y sobretodo de anarquía.

miércoles, 6 de enero de 2010

Cada día que te miro.

Me levanté temprano. Puede que sea porque tenía la garganta seca a causa del molesto aire que revolvía el ventilador, pero que no podía apagar por orden explícita de mi compañera de cuarto. En el fondo tenía razón, el calor de esa mañana surcaba los 30 grados. Tal vez había despertado a causa de mi cabeza, que ya marchaba y no podía dejar de pensar, o quizás se habían agotado los sueños de esa noche.
Sin poder decidir el motivo, salté de la cama. Fui directo a la pieza de mis padres a ver la hora que marcaba su radio reloj. Suelo hacer eso pues yo no tengo en mi cuarto. 4:34 marcaba en rojo. Era temprano, sobretodo por ser domingo.
Volví a mi cuarto, tomé Tokio blues de Murakami y bajé las escaleras. Como siempre, olvidé mi calzado arriba. Un tramo de escalera, descanso, giro y el segundo tramo. Luego la puerta de acceso a la cocina, cerrada con llave por costumbre de mi padre. Media vuelta para abrir, escuché un clac y deslicé la puerta. El piso de la cocina es mucho más fresco, mis pies lo agradecieron. Las baldosas tienen esa ventaja, a veces en verano me dan ganas de dormir en ese piso. Fui directo al zapatero donde guardamos el calzado de todos los integrantes de la familia. En mi casa existe una regla que es extraña en Occidente pero mucho más limpia: dejamos los zapatos en un sector de la cocina y al resto de las habitaciones accedemos en ojotas. Me coloqué, el par azul, unas ojotas "de afuera". Abrí la puerta de mi casa que da al patio y a la casa de mis abuelos. Era tan temprano que ni mi perra se había despertado.
Al principio mi idea fue subir a la terraza a leer hasta que el sol pegara fuerte y me molestaran los ojos. Pero en lugar de eso otro pensamiento se cruzó por mi cabeza. Abandoné el libro en la mesa y me dirigí para la puerta de salida.
Mi casa se encuentra ubicada en un pasaje, gracias a ello la cuadra es realmente tranquila, sobretodo un domingo a la madrugada. Los pasajes de barrio tienen un encanto especial, no sé si del todo agradable pero no puedo evitar creer que se encuentran de alguna manera hechizados, como si allí no ocurriera lo que en el resto de las cuadras o el tiempo pasara con otra frecuencia. Este pasaje tenía la particularidad de sumar más de 900 años entre todas las señoras que lo habitaban. Supuse que las historias que atesoran los viejos y sus casas deberían ser de lo más interesantes. Recordé que hacía no más de tres días había fallecido el viejo que vive a dos casas de la mía. Con el vivía su mujer: doña Carmela, la vieja apenas si se podía mover sola. Su familia se la había llevado el mismo día de la muerte del marido a un hogar geriátrico. Era una señora de lo más siniestra, siempre con el rostro apretado y barriendo la zanja. Cada vez que volvía a mi casa y pasaba por la suya, cortésmente la saludaba, como aprendí a hacer con todas las señoras del barrio. Pero la octogenaria apenas si me seguía con la vista. Digamos que eso alimentaba mi desagrado y la vez, mi curiosidad.
Resuelta a develar algo de la vida de la vieja salí de mi casa aun vestida con pijama. Después de todo eran las cinco de la mañana, no había peligro de ser descubierta, los domingos todo se retrasa un poco más. El cielo estaba limpiándose de a poco y las ramas de los árboles se agitaban furiosas por el viento. Caminé unos cuantos metros hasta el frente de la casa de la doña. Sabía que no iba a encontrarme con nadie pues la mañana anterior se habían llevado al matrimonio: uno iba a la "Estancia Las Flores", el otro para la Chacarita. La casa vecina tenía una pequeña parecita, la utilicé de escalón para entrar en la propiedad. Un pie en lo de "la Mirta", el otro en la pared de la vieja, un saltito y adentro.
Justo como lo había imaginado era una de esas casas antiguas estilo chorizo. El patio estaba un poco desprolijo, había mucha tierra en el suelo. Sin embargo los macetones con azucenas estaban impecables. Toda señora llegada cierta edad comienza a cuidar a sus plantas tal como lo hacía en su juventud con los hijos. Había además un par de sillas mecedoras, no pude resistirme a probarlas. Al mecerse se escuchaba el crujido de los hierros oxidados. Luego entré en la cocina. Todavía olía a lugar habitado. Era una mezcla de espiral para mosquitos, fruta y trapo sucio.
Pensé nuevamente en los secretos y las historias, estaba ávida de saber. Era tanta la emoción acumulada que mi corazón se iba a salir del cuerpo. En mi infancia había leído muchas novelas de Agatha Christie y ahora me sentía dentro de una de ellas. Fui directo para las habitaciones. Me detuve unos segundos en el marco de una de las puertas. Era la pieza de la vieja. Sentí como si una fuerza me tomara el cuerpo impidiéndome entrar. En seguida estiré con dificultad mi pierna y pisé el parqué. Ya adentro recorrí el cuarto. Tenía unas cajoneras altas adornadas con carpetitas en crochet, encima muchos portarretratos. En las fotos aparecía ella con otros personajes que no podría distinguir. Había una en blanco y negro de un joven muy apuesto. Tenía el peinado engominado de la época de mi abuelo. Supuse que sería su marido difunto. Se habría encontrado doña Carmela con… cómo era el nombre, nunca fui buena para los nombres. Mi padre suele decir que las almas de quienes se aman cuando se unen en la tierra luego se encuentran en el cielo, yo no sé si será cierto pero la idea me encanta. Revolví un par de cajones, luego los placares y la mesita de luz. En algún lugar debía haber una carta de amor, un testamento oculto, una confesión o un arma. Busqué por más de media hora, mientras escuchaba el tac tac del reloj de la mesa de noche. Un poco decepcionada por la fallida misión decidí irme de la casa. Ese cuarto solo guardaba medicamentos y papeles de caramelos de propóleo. Parece que la vida real no tiene el romanticismo de las novelas ni la crueldad de los policiales. Comencé a hacer el camino inverso para salir de la casa, coloqué una de las mecedoras cerca de la pared para pasar para el otro lado. Si algún familiar pasaba por allí en los próximos días advertiría que alguien había estado dentro. Debo reconocer que no me importó demasiado. Antes de saltar tuve muchas ganas de orinar, en realidad venía conteniéndome desde que me había levantado pero la excitación por la aventura de corromper una casa vecina logró que no advirtiera nada sino hasta ese momento. Dado que ya estaba allí y la urgencia llamaba a mi vejiga fui para el baño de la anciana. El baño estaba fuera de la casa, a la derecha de la cocina. Luego de ir, jalé la cadena y me miré en el espejo. Era uno de esos botiquines con el espejo partido en tres. Me imaginé vieja, con arrugas y ojeras. Dibujé mi imagen ya cansada de la vida, hastiada de la humedad del verano y el dolor de columna. Me vi, realmente me vi como una señora mayor, cómo se caían mis facciones, hasta hacerme un rostro tan desagradable como el de Carmela. La imagen se disolvió y entonces abrí la puertita del botiquín. Entre los peines y algunos clips para rulero había una foto del mismo hombre que el del marco de la pieza. Esta foto era diferente, tenía una dedicatoria al pie. Decía:
"Cada día que te miro me enamoro más,
cuando yo ya no te vea,
amor, no me olvides".
Tuyo siempre Lucio.
Lucio era el nombre, ahora lo recuerdo. Se estremecieron todos mis músculos. Deje todo en su lugar. Salí rápido del baño y de la casa, como si me hubieran dado cuerda. Caminé unos metros, entré al pasillo y luego a mi casa. Me quité las ojotas azules, abrí la puerta de living, nuevamente el clac para cerrar, subí las escaleras, entré en mi pieza y me acosté en la cama. Miré el techo por un rato pero no pude dormir, la angustia por el destino de Carmela, que había sido arrebatada de su casa sin siquiera haber podido recoger esa foto y la conmoción por el amor que ella le tenía a su marido me habían paralizado por completo. Hacia las once de la mañana comenzó la actividad del pasaje y de mi casa sin embargo, yo, ese domingo no pude hablar en todo el día.