jueves, 13 de agosto de 2015

Viaje nocturno



Se despidieron con un largo beso. Ella tomó el colectivo a su casa, él emprendió la vuelta caminando. Había sido una cita inusual. Catorce horas de cita, comenzada la noche anterior con una función de teatro y una cena con malbec. La intensidad de esa velada provocó que ella permaneciera hasta el otro día. Eso, y el diluvio que los obligaba a quedarse bajo techo. El desayuno estuvo a cargo de él. Tostadas recién hechas, queso y un poco de fruta. Para tomar: mate, ningún uruguayo como él hubiese permitido otra cosa. Los besos de la mañana los llevaron a la cama nuevamente, donde refugiaron sus cuerpos del frío y de la desnudez. Él tenía que viajar a Pergamino esa tarde y, aunque las horas pasaban, seguía demorando la partida. Ella había perdido el turno medico de aquella mañana. Podría excusarse. Fueron a comer y unas horas después se despidieron con aquel beso.
Al regresar al hogar, ella pensó que podría leer un poco. Tenía varios libros sin terminar en la mesa de la cocina, aun así, decidió comenzar uno nuevo y tomar un té para calmar la excitación que le perduraba de la cita. Él, por su parte, una vez en la terminal de ómnibus, maldijo su torpeza al darse cuenta de que debería esperar al menos dos horas más para el próximo servicio a Pergamino. No había reparado en el hecho de que no hubiera tantos viajes disponibles siendo sábado. Error de Porteño, pensó. Sus tres años en Argentina estaban surtiendo efectos. Su cabeza aun le daba vueltas por la cita.
En la casa, ella llevaba más veinte minutos en la misma página. Miraba a través de la hoja del libro, tenía nublada la conciencia. De repente, sintió que una de sus piernas empezaba a moverse contra su voluntad. Esto la sacó del trance onírico rápidamente. Toda la pierna izquierda se movía, de abajo hacia arriba, comenzando con el pie, luego la rodilla y el muslo. Lo mismo sucedió con su otro miembro. Empezaron a elevarse furiosas. Atónita y un tanto asustada, intentó frenar con las manos el impulso, pero las piernas ejercían una fuerza superior. Ahora el fenómeno había comenzado a subir a la cintura. El cuerpo le vibraba y se iba elevando. Ya estaba suspendida en el aire. Se agarró de la mesa como pudo, le colgaba todo el cuerpo boca abajo. Tenía que hacer un gran esfuerzo para no soltarse. El libro, la taza de té, el resto de las cosas de la mesa se cayeron al suelo. Ella no sabía que pensar, ya no había forma de bajar. Se soltó e inmediatamente su cuerpo llegó al techo. Se fue deslizando hacia la puerta de la calle para pedir ayuda pero en cuanto abrió la reja no hubo manera de contener al organismo y salió disparada al cielo nocturno. Una fuerza la iba impulsando hacia adelante en medio de la noche. La velocidad era tal que apenas lograba distinguir las luces de los autos en la calle. Extrañamente, ella dejó de sentir miedo y absorta por la curiosidad y la adrenalina del viaje se dejó llevar. No había lugar para ponerse a pensar, tampoco tiempo. Abrió los ojos todo lo que pudo y extendió los brazos. Tal vez era así como se moría y le estaba llegando su hora.   
Mientras, sentado en un banco de la terminal, él asentía sistemáticamente a una anciana desconocida que, con total descaro, se había empeñado en contarle toda su vida de sufrimiento con su marido. Cada tanto recordaba el beso y una corriente eléctrica le subía desde la entrepierna. Por momentos desviaba la mirada hacia un niño que intentaba, sin éxito, ganar un peluche de una maquinita. Diez monedas todavía no lo habían hecho desistir. Agotado de la perorata interminable interrumpió a la vieja con unas palabras breves pero directas -¿qué está esperando? En el fondo usted sabe.- y luego de la sentencia se paró para dirigirse a la plataforma de su colectivo que ya se estaba anunciando por el altoparlante. Sin embargo, ni bien pegó el salto del banco, un impulso lo arrastró hacia arriba, mucho más arriba de lo que permite la incorporación de un asiento. Estaba en el aire subiendo a toda velocidad como un cohete lanzado en época de fiestas. Perplejo, comenzó a patalear mientras gritaba inútilmente, pues la aceleración con la que se desplazaba hacía inaudibles sus pedidos de socorro. Cuando tuvo la garganta seca calló y cerró los ojos. Todo alrededor perdía su forma y se volvía negro como noche cerrada. Sentía el viento en a cara hasta que, sin que pudiera precisar cómo, se detuvo.

Abrió los ojos lentamente y ahí la vio. Estaba ella que acababa de detenerse también enfrente suyo. Se miraron. Se miraron como solo se puede ver a alguien cuando se lo desea. Y sin mediar palabra se fundieron en un abrazo que le devolvió todo el sentido al vuelo. Solo se puede volar cuando hay un deseo que eleva. 

sábado, 22 de noviembre de 2014

Predecir

Predecir, predecirte Amo adivinar tus respuestas y al mismo tiempo me aburre descubrirte. Disfruto con pasion desenvolver tus intenciones pero me fastidia saberte tan mío. Perderte, eso sí es el vértigo.

obviedades

Todos lo sabemos Pero aun asi no se puede evitar que las almas se unan, que los cuerpos se atraigan. Todos estamos al tanto de que no corresponde ceder ni el alma ni el cuerpo. Que no sería lo apropiado, que no sería lo correcto Pero cómo hacer para disciplinar la pasion si ella se encarga de empujarnos cada vez mas cerca de la borda. Cómo dejar de provocar si al verlo tiemblan los organos. Tal vez sea cuestion de poner todo en orden y arracar de nuevo El cuore a cero.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Nada nos pertenece

Nada nos pertenece ni las llaves de la casa ni las medias de los pies ni el cuerpo que habitamos. Nadie nos pertenece ni aquel a quien amamos ni el ser que odiamos ni los hijos que parimos. Solo nos pertenece nuestro deseo ¿o es tambien de alguien mas? De algun otro cualquiera mientras le seamos indiferente. Algo debe haber que sea nuestro ¿acaso es la angustia del pecho? No, es la vida, ella nos pertenece.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Un día de estos se pudre todo y vuelvo a escribir....

lunes, 12 de julio de 2010

Hasta entonces.

Ya no siento ganas de escribir, tal vez este sea el último post. Tengo muchas ideas dando vueltas por la cabeza pero no encuentro la forma ni el estilo para plasmarlas. Al principio pensé que se trataba de vagancia o de la facultad que ocupaba mi tiempo de reflexión al punto de dejarme bastante cansada hasta para articular un par de frases en un blog. También se me ocurrió que podría ser porque no me siento a escribir y que con el simple hecho de dedicarle un poco de tiempo el asunto se me iba a pasar, incluso llegué a suponer que el problema era más hondo: no tenía qué decir y por tanto se vaciaba por completo de sentido un espacio como este.
Ninguna de esas respuestas me conformó, ni me conforma. Este blog empezó como una prueba, una piedra tirada a un pozo para comprobar cuán profundo era el espacio donde caía. Nunca fui muy seguidora de estos espacios de expresión superflua, porque seamos sinceros, lo son. Por fotolog, facebook, blog damos increibles cuotas de información acerca de nuestros actos, deseos, quehaceres y frustraciones. Sé que algunos han logrado encontrarle una vía más fructifera y usan la comunicación de Internet para metas más nobles, de hecho asi conocí muy buenos autores de comics, guinistas y dibujantes. Sin embargo, no es mi caso y yo ya no encuentro razón para seguir publicando. Por ahí Internet, justamente no se trate de hechos nobles ni de buenas cosas, al fin de cuentas cómo saber que es una buena cosa. De cualquier forma le doy valor a la palabra y no puedo escribir por escribir.
La palabra es compromiso. En ella uno se da, se muestra y se responsabiliza. Aún en los chistes, en las metáforas, en las poesías y en los cuentos el autor imprime algo de sí, de su verdadero deseo, de lo más íntimo, de lo más preciado, de aquello que lo habita incluso en su ignorancia.
Hay algo de todo eso que no me deja de hacer ruido, barullo interno, grito angustioso. Es que encuentro algo así en las palabras propias y en las ajenas, algo de un no querer decir que está dando vueltas, una ficción que se sostiene hasta quién sabe cuando.
Puede que yo suene enigmatica, para mí también lo es. Por eso prefiero callar por un rato hasta que puede echar mano a la lógica del asunto. Cuando el orden vuelva, tal vez con él regresen mis letras. Hasta entonces.

viernes, 11 de junio de 2010

Silueta de imágenes.

Había algo que la hacía temblar
a veces el frío, a veces mirar el frío.
Cuando se asomaba por la ventana
y el viento hacía estragos con su pelo.

Había algo que la hacía reír
a veces una voz, a veces otra risa.
Cuando se acordaba de ese día
en que tropezó subiendo la escalera.

Había algo que la hacía callar
a veces la pena, a veces la ignorancia.
Cuando observaba a los otros discutir
y los gritos la ensordecían.

Había algo que la hacía bailar
a veces la música, a veces el silencio.
Cuando todos abandonaban la sala
ella danzaba con los ojos cerrados.

Habían muchas cosas.
Pero lo mucho le parecía poco
y lo poco a veces mucho.

Tal vez ella sólo quería vaciar de sus bolsillos las piedras
y escribir en el aire: de contenidos están hechas las formas.